23 octubre, 2011

Naranja, marrón y amarillo.

Cuando ya ha entrado mucho el Otoño y vas paseando por un lugar lleno de árboles. Estás en un bosque o en un parque, y todo es de color naranja, marrón y amarillo. Paso tras paso vas pisando las hojas muertas y caídas en el suelo, y crujen al romperse en pequeños trozos débiles, tan débiles que se desvanecen en la tierra y se vuelan con el aire, como si de nada se tratara. Y tú escuchas como desaparecen junto al viento, como desaparecen. Y te recuerdan a un corazón. Tan débil y fácil de estropear. Tan sencillo y frágil como las hojas caídas del Otoño. Tan roto y olvidado.

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