20 septiembre, 2011

Y, hoy, lo típico.

Llega el día en el que, tras unas largas vacaciones de verano, o, quizá no tan largas, es la hora de volver al instituto, te levantas medio deprimido porque sabes que ya, a partir de hoy, las vacaciones se acaban, hasta el año que viene, claro, y vas pensando en todos los momentos divertidos que pasaste, mientras el autobús en el que vas montada atraviesa las calles, calles repletas de viejos recuerdos, y esperando los nuevos. Piensas en esos amigos que haces en fácilmente en las fiestas o en un viaje, piensas en qué estarán haciendo ellos ahora, si se acordarán de ti, y, de repente te entra una extraña, pero bonita ilusión por ver todo lo que dejaste atrás, los compañeros, las clases.. todo. Y es que al fin y al cabo, tampoco lo pasas tan mal, esa gente que te alegra el día, esos recuerdos bonitos, graciosos o peleas tontas por ser tan tonto con antiguos amigos. Amigos que creías que serían para toda la vida, pero creías mal, se pueden convertir en completos desconocidos, no hay muchos de esos que duran, sólo unos pocos. Recreos esperando por un patio para poder verle a él. Que aunque sólo sea un pequeño cruce de miradas, me basta, sé que por un segundo mi nombre le ha rondado por la cabeza. Y dejar de pensar en mates y lengua. Desconectar, llevar tu mente, tan sólo por veinticinco minutos a otro lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario